Estás en un bar bebiendo algunas copas con los amigos y conversando relajadamente sobre los cambios políticos más recientes. De pronto alguien saca a colación un tema problemático y todos
terminan discutiendo acaloradamente. Esta situación se puede repetir con la pareja, en una cena en familia o en el centro de trabajo. No obstante, sin importar el contexto, el resultado casi
siempre es el mismo: terminamos enfadados.
Lo curioso es que después que repensamos fríamente la situación nos damos cuenta que el tema ni siquiera era tan importante como para enfadarse pero perdimos los estribos, gritamos e incluso agraviamos al interlocutor de una forma más o menos explícita. Y la verdad es que enfadarse nunca vale la pena. Podemos discutir de una forma civilizada, con un tono de voz más bajo y sin agredir a nadie sino respetando los puntos de vista diversos del nuestro. Es algo difícil de lograr pero no imposible.
La discusión, por dentro
Casi siempre una discusión comienza con un desencuentro de criterios. Una persona tiene una idea que nosotros no compartimos. En este punto solemos adoptar un estilo quijotesco, nos ponemos
nuestra armadura y nos disponemos a arremeter contra los molinos de viento. No solo queremos que nuestro criterio sea escuchado sino que deseamos que prevalezca y que los demás lo compartan. En
fin, deseamos vencer al interlocutor, convencerlo de que sus ideas son erradas.
Cuando iniciamos una discusión con una premisa del tipo “idea ganadora – idea perdedora”; ya hemos dado el primer paso equivocado. La discusión es un momento para intercambiar ideas, escuchar
diferentes puntos de vista y enriquecer nuestra perspectiva. Un tema de discusión no es un campo de batalla sino más bien un laboratorio donde cada uno aporta sus propias experiencias y
reflexiones.
Además, cuando estemos en medio de una discusión es importante tener en cuenta que hacer cambiar de criterio a una persona es una tarea difícil y a veces ni siquiera es importante. Esto no quiere
decir que debemos adoptar una postura del tipo: “¿para qué se lo voy a decir? Ni siquiera lo va a entender” sino que debemos dejar claros nuestros criterios pero sin atacar al otro y sin
intentarlo convencer a toda costa.
¿Por qué nos enfadamos?
Detente un segundo y ve atrás en el tiempo. Recrea tu última discusión.De seguro te darás cuenta que el enfado no proviene solo del hecho de que la otra persona tiene ideas contrapuestas a las
tuyas sino de la forma en la cual transcurre la discusión. Es decir, cuando se eleva el tono de voz, cuando asumimos posturas corporales de enfrentamiento y nuestro rostro expresa enfado;
percibimos agresividad y respondemos con agresividad.
Obviamente, somos seres humanos y por ello nuestra comunicación está impregnada de emociones, con sus respectivos tonos negativos y positivos. Sin embargo, también somos capaces de regular
nuestras emociones y la discusión es un momento ideal para poner en práctica nuestro autocontrol emocional. En fin, no se trata de ocultar lo que sentimos sino de canalizar asertivamente nuestras
ideas en el respeto al otro.
Tips para discutir sin enfadarse
1. Respeta a tu interlocutor como desearías que te respetasen a ti; por ende, no lo agredas verbalmente.
2. Asume la discusión sin intentar cambiar al otro. Simplemente limítate a exponer de manera clara y sencilla tus puntos de vista.
3. No asumas que estás en un campo de batalla donde habrá un vencedor y un derrotado. La discusión es un espacio para intercambiar ideas y que ambos salgan enriquecidos.
4. Escucha a tu interlocutor. A veces en una discusión no se escucha lo que el otro dice porque nuestra mente está preparando el próximo argumento para rebatir sus ideas.
5. Regula la emocionalidad. Controla los movimientos excesivos de las manos y baja el tono de voz, de esta forma el interlocutor no se sentirá amenazado y probablemente
responderá con una actitud más abierta al diálogo.
6. Ten la mente abierta a perspectivas diferentes a la tuya. En ocasiones somos nosotros quienes podemos partir de una idea errada pero si optamos por parapetarnos detrás de ella
no lograremos crecer ni expandir nuestros horizontes.
7. Respira profundamente, detente un segundo y pregúntate si la discusión va por buen camino. Si no es así, simplemente puedes posponerla o cerrarla.